6. Relojes prototemporales
Lily se sentó junto a él en el sofá cuando Charlie y Rhys cerraron la puerta tras de sí. Ambos habían alegado que sus familias estarían preocupadas por ellos tras tanto tiempo fuera. Hasta donde ellos sabían, “la Araña” aún no los había relacionado con ellos ni con la conspiración en la que habían participado Taylor, Peter y Lily, por lo que habían considerado que merecía la pena correr el riesgo.
Arthur les había advertido todo lo que había podido, había tratado de prevenirlos, y había sido incapaz de lograr que se quedaran. Aunque eso tampoco les hubiera garantizado sobrevivir. Recordaba sus nombres en los periódicos que había guardados en el desván de su casa. Tenía la sensación de que su sangre ya manchaba sus manos.
– ¿En qué estás pensando?– le preguntó Lily devolviéndole a la realidad.
– En los relojes prototemporales– mintió–. No estoy seguro de entender del todo lo de los viajes en el tiempo.
Lily le miró y respiró hondo antes de contestar.
– Los relojes prototemporales son un invento del que se tiene poca información. Dependiendo de a quién le preguntes, habrá quien te diga que fueron inventados en el imperio romano con estéticas diferentes, antes de eso; que surgieron en el siglo XVI o puede que sean de dentro de muchos siglos. Es imposible saberlo, pero “la Araña” ha contado con ellos desde que se tiene memoria prácticamente.
– Supongo que el poder de controlar el tiempo es una buena forma de controlar la sociedad.
Lily negó con la cabeza.
– Pero algo que no se ha conseguido nunca con los relojes prototemporales es alterar el curso de la historia. Da igual lo que hagas. Es solo una fuente de información.
– ¿Jamás? – consultó inclinándose hacia delante sorprendido–. ¿Nunca nadie ha podido cambiar algún suceso?
– Hay quien asegura que ha cambiado algún hecho aislado pero jamás cambian nada realmente importante o significativo… Lo comparan con lanzar una piedra a un río, puede que crees alguna honda en la superficie pero no vas a cambiar el curso del torrente con un guijarro. Aún así han sido una de las razones por las que “la Araña” ha llegado hasta donde ha llegado. Y además, son los únicos que tienen acceso a esa tecnología y los únicos que saben fabricarlo si es que los fabrican ellos.
Las muertes anunciadas en los periódicos le revolvieron el estómago.
– ¿Y por qué no permite viajar al futuro?
– ¿Magia? ¿Un mecanismo de seguridad?– Lily se encogió de hombros–. Nadie lo sabe o nadie me lo ha contado. A efectos prácticos, si tuviera un reloj y tú te agarraras a mí podríamos viajar a cualquier pasado a partir de este momento, pero si viajáramos al futuro tú viajarías y yo sencillamente me quedaría aquí como si estuviera jugando con un reloj de juguete. No funciona ni hace nada si intentas ir más allá de tu presente.
– En una ocasión conocí a alguien en mi tiempo que ya era joven hace años, cuando mis padres eran –Arthur no estaba seguro de haberse expresado bien, pero no se le ocurría cómo hacerlo mejor–. Creo que era amigo suyo, que intentó prevenirles sobre “la Araña” en su tiempo.
Walter McAllister era uno de los grandes misterios que aquella aventura había traído consigo.
– Los viajeros en el tiempo ajenos a “la Araña” son extraños. No deberías fiarte de ellos fácilmente.
– Tú confiaste en mí.
