5. Advertencia
– Deberíamos irnos de aquí –suspiró Lily oteando su alrededor como si detrás de una de las estatuas antiguas fueran a salir secuaces de “la Araña” para abalanzarse sobre ellos. A Arthur ya no le sorprendería. La muchacha se giró hacia él con una mano en el bolso donde había guardado el libro y la misteriosa llave–. Sígame.
Empezó a caminar hacia la salida entre las obras de arte centenarias sin molestarse en mirarlas ni en comprobar si él la seguía. Arthur se colocó a su lado y continuó allí mientras dejaban atrás el Museo Británico y regresaban a las calles de Londres.
Caminaron y caminaron, exactamente igual que aquella mañana con Peter, dando vueltas y sin un rumbo fijo aparente, girando en el último momento y buscando mimetizarse en las multitudes que pudieran encontrar. Arthur ni siquiera sabía a dónde estaban yendo. Le había preguntado a la joven en una ocasión y su respuesta había sido: “A un sitio seguro”. A la hora y media de estar caminando, sus piernas y pies empezaron a resentirse. Ello dio rienda suelta a su mente sin que Arthur pudiera evitarlo. La imagen de Peter en el incendio era algo que deseaba olvidar y tenía grabado a fuego cada vez que cerraba los ojos. Habían sido muy cuidadosos. ¿Cómo podían haberlo encontrado? ¿Qué podía haber salido mal? ¿Cuánto tiempo había tardado en regresar después de encontrarse con Taylor…?
Taylor.
Estiró la mano hacia Lily y la obligó a detenerse. Ella se giró lentamente, fijándose primero en el lugar en el que tenía agarrado su brazo para después subir hasta sus ojos. Su actitud le dio a entender que era mejor idea soltarla así que eso hizo.
– ¿Tienes una forma de comunicarte con Taylor?– le preguntó–. Tienes que decirle que se esconda. Será a por quien vayan después.
La noticia antigua del periódico que se había encontrado en la comisaría de su tiempo le vino a la mente. No quería pensar que ya era demasiado tarde.
– Nadie sabe nada de Taylor. Nadie la ha relacionado todavía con nosotros… ¿sabe algo que yo no sepa?– inquirió frunciendo el ceño con suspicacia.
– ¿Puedes sencillamente avisarla? Dile que deje su casa, que se aleje un tiempo, lo que sea.
Lily no borró su expresión de recelo, pero en la siguiente cabina que se encontraron llamó a su compañera.
La conversación fue breve. Arthur no pudo escucharla desde la calle. Solo podía esperar que la advertencia de Lily salvara a Taylor.
Cuando la muchacha colgó el teléfono y salió de la cabina tan solo le dirigió un “vamos” antes de continuar con el mareante y cansado itinerario.
Para cuando llegaron al piso seguro de Lily, Arthur sentía que le habían pegado una paliza y ni siquiera era capaz de ubicarse por completo en aquel Londres antiguo.
– Aquí estamos a salvo– le dijo Lily abandonando su abrigo y el bolso en un perchero. Tenía el libro de Taylor fuertemente aferrado en la mano derecha–. Tengo algo de comida y una habitación extra de invitados. No es mucho, pero es seguro y no creo que Peter quisiera que se quedara en la calle. Haga cualquier cosa extraña, deme la más mínima prueba de que no es quien dice ser y le mataré.
Arthur asintió y le dio las gracias con una sonrisa cansada que puede que fuera poco más que una mueca.
